JAIME CALDEVILLA




CURSO 2016/2017

ATRÉVETE A PENSAR
CONCURSO DE FILOSOFÍA  (PRIMERA CONVOCATORIA)



Jaime Caldevilla. 
I.E.S. Andrés Laguna, 2º A de bachillerato.
Segundo premio.



La vida no es breve ni larga. La vida es algo enorme guardado en un recipiente tan pequeño como nosotros mismos.

La vida es un caos gigantesco y creciente: a cada paso un recuerdo más, un sentimiento más. A cada paso, un momento más que atesorar, y un metro menos para llegar al final.
Así es la vida, algo muy grande encasillado en un espacio muy pequeño. Luchando por salir de nuestro pecho, anhelando fundirse con la inmensidad del universo se escurre entre nuestros dedos, mezclándose con lágrimas, sangres y sueños.
La vida es algo grande. Tan grande que nos sirve de hogar y camino, de hambre y de comida, de dolor y de alegría. En ella nos enamoramos de otras vidas, de otros caminos que se cruzan con el nuestro. A veces de forma breve, a veces durante mucho tiempo, pero que cambian nuestro rumbo y nuestra visión del camino que recorremos. Por desgracia, pocas almas quedan enamoradas de su propio camino, de su propia vida. En esta cárcel para el amor que es nuestra sociedad, nos enseñan a odiarnos a nosotros mismos, buscando la felicidad en copiar e invadir caminos ajenos. Desatan todo lo que nos hace hombres, pero matan aquello que nos hace humanos. Ahora nuestras vidas se rigen por una pantalla y un teclado en vez de por los ciclos de sembrado. ¿Es nuestra vida más fácil? Sí, pero, ¿es más duradera? No, desde luego que no. Puede que vivamos más años, que seamos más guapos, más altos y más letrados, pero el camino que seguimos está acotado por bits, servidores y auriculares. Nos han encerrado en una jaula de chips de silicio con pantalla táctil. Somos menos libres de lo que fuimos, aunque podamos ser y estudiar lo que queramos.
Pero nuestras vidas aún son grandes.  Enormes. Y aún podemos hacer con ellas muchas cosas.
Todavía podemos caminar con la mirada puesta en el mañana, pero no en la muerte. Todavía somos capaces de reír, de dedicar una sonrisa a alguien que lo merezca y dar un abrazo a quien lo necesite. Todavía podemos romper los cristales, dar otro paso sobre ellos y clamar al aire que la vida fue, es y será tan grande como nosotros queramos que sea. Aún podemos bailar, cantar, escribir o simplemente pensar. Aún podemos dibujar una señal que nos marque un principio pero no un final.
Aunque si grande es la vida, aún más es la muerte.
La muerte es ese abismo negro en el que flota la vida cuando expira del cuerpo. La muerte es inevitable, inamovible e inquebrantable. Bajo su atenta mirada los caminos comienzan, avanzan y terminan en ella, mientras se nutre de las penas que los vivos dejan volar junto a los que ya no están.
La muerte simplemente disfruta y recoge los frutos que le llegan. Cada vez que alguien fallece, se delita con su cuerpo frío, unos ojos vidriosos y un rostro inmóvil. Cuando alguien se plantea el suicidio, siente un cosquilleo en lo más hondo, que azuza a los demonios de cada persona, asomándola más y más al vacío.
Cuando siente que alguien se precipita en su interior, sufre un orgasmo.
Pero no hay que temerla, sino abrazarla cuando llegue. Un cálido achuchón la hace débil, pues toda una vida de experiencias se abalanza sobre ella como una víbora sobre su presa indefensa.
A la muerte se la recibe como a una vieja amiga, con una sonrisa de miel en los labios, como a la hermana que siempre estuvo ahí esperando. Cuánta paciencia debe tener para esperar por tantas vidas llenas de calor y color, que la desafían y ahuyentan una y mil veces.
A pesar de todo, incluso de la putrefacción de la muerte resurge la vida. De una pequeña chispa resurge la llama, cerrando el ciclo y desatando de nuevo el vuelo del Fénix, que se alza, luminoso, creando un nuevo camino que otro ser recorrerá, haciendo más grande la vida y su caos.
Con esta humilde y personal reflexión quiero decir que debemos apreciar, disfrutar y explorar la grandeza de la vida en todos sus aspectos, pues tiene todo un universo que mostrarnos, aunque si la muerte llega, no habremos de temerla, pues solamente es una fase (cruel  y fría) del ciclo, pero que tarde o temprano, combustionará y la llama dibujará el camino de nuevo, templando y poniendo en marcha la existencia de nuevo.



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