OLIMPIADA FILOSÓFICA




OLIMPIADA FILOSÓFICA


             Nuestro instituto ha participado, por primera vez, en la olimpiada filosófica de Salamanca, que en su 14ª edición tenía por tema “realidad y apariencia en el mundo actual”, con cuatro modalidades de participación: ensayo (para bachillerato), dilema moral (para 3º y 4º de la E.S.O.), y fotografía y video (para todos). El instituto Andrés Laguna superó la fase provincial con la clasificación de Beatriz Sánchez del Río para la fase autonómica, que se celebró finalmente el viernes 29 de marzo; los concursantes ganadores pasarán a la fase nacional, que se celebrará próximamente en Málaga.
            Para acompañar a Beatriz se desplazaron cuarenta de nuestros alumnos a la universidad de Salamanca. Los actos tuvieron lugar por la mañana en la facultad de filosofía (campus Unamuno) y por la tarde en la de traducción (plaza Anaya). El programa era el siguiente:


Programa de actividades.

            El viernes por la mañana se inicia el encuentro con un acto inaugural presidido por Efrem Yildiz Sadak (vicerrector de relaciones internacionales), Ángel Morín Ramos (director provincial de educación), Antonio Notario Ruiz (decano de la facultad de filosofía) y David Jiménez Castaño (presidente de la Asociación Olimpiada Filosófica de Castilla y León); junto a ellos estuvo la concejala de cultura que nos dio la bienvenida. El cerebro del invento fue nuestro compañero Antón M. Seoane, profesor del instituto Venancio Blanco.


            Eso fue a las once y cuarto. A las doce los alumnos finalistas (entre ellos nuestra compañera Beatriz) sufrirán una encerrona donde serán recluidos en oscuros recintos en los que competirán por los tres premios); a la misma hora el resto de asistentes escucharán la conferencia de Daniel Rosende, “Narciso cambia el reflejo del agua por un Smartphone” (Rosende es autor del libro Filosofía para bípedos sin plumas, una historia de la filosofía desenfadada y amena que se presenta a sí misma como filosofía para gamberros); seguirá una “desconferencia” (ahora veremos lo que es) sobre “realidad y apariencia en el mundo actual”.


            Por la tarde estaba previsto un “breakout edu” (“escape room” urbano) desde la facultad de

traducción en la plaza de Anaya: doscientos participantes divididos en ocho equipos identificados por camisetas de diferente color tendrían que buscar pistas para resolver unos enigmas, y esos enigmas les permitirían abrir las cajas que contendrían la solución a los misterios planteados. Después, a las siete de la tarde, un cine-forum: “Black Mirror. The Waldo momento”.
            Llegamos al sábado. A las nueve de la mañana se publicará la lista de autores seleccionados para su defensa oral, que tendrá lugar a las nueve y media. A las once se programaba un café filosófico y un taller, sólo para finalistas, de guión de You Tube educativo a cargo de Daniel Rosende. A las doce y media Marc Amorós, autor del libro Fake news. La verdad sobre las noticias falsas, disertará sobre el tema “¿Qué prefieres, leer noticias falsas o comer caca?” Tras la entrega de premios, a la una y cuarto, tendrá lugar el acto de clausura, que será presidido por María Teresa Fuentes Morán, decana de la facultad de traducción y documentación.
            Tal era el programa con que nos amenazó la organización; nosotros, por definición, sólo nos quedamos el viernes, con lo que el sábado no pudimos acompañar a Beatriz; después nos enteramos de que hubo algún instituto que durmió en un albergue juvenil y pudo quedarse; y de las actividades del viernes, sólo pudimos estar en las de la mañana; qué pena.



Llegada a Salamanca.

            Llegamos a la ciudad y antes de entrar en la facultad tuvimos algunos problemas con la vejiga (no precisamente natatoria); tras resolverlo detrás de un árbol, aquello causó un efecto llamada y el primer lugar de la filosofía más visitado no fue la metafísica, sino los servicios de la facultad. Resuelta la incidencia, entramos en el salón de actos “Adolfo Suárez” presidido por un cartel con la representación geométrica de una lechuza; a la entrada nos esperaba una mesa con carteles, trípticos, pulseras, pins, bolígrafos y folletos de la universidad; para los finalistas había sendas bolsas  con diversa documentación. Y entramos.


Conferencia.

            Podían entrar 400 personas pero no cabía ni un alfiler de perfil; bueno, algunos huecos sí que había, pero pocos, muy pocos. Tras la ceremonia de presentación empezó la conferencia de Daniel Rosende, de contenido interesante pero expresión poco atractiva. Durante 45 minutos desgranó un rosario de ficciones que hay que rebatir: que todos tenemos las mismas oportunidades (falso: el 90% de las personas que nacen ricas mueren ricas con independencia de lo que se esfuercen); que estamos mejor informados que nunca (falso: estamos sometidos a tanta información que no podemos usarla, y eso tiene el mismo efecto que una censura); que creemos saber cuáles son los idiomas más hablados (ignorando que entre ellos está el bengalí); o que el machismo está superado (la mayoría de las películas no superan el test de las tres preguntas: si hablan al menos dos mujeres con hombres, si hablan entre sí en cualquier momento de la película y si hablan de algo que no sea un hombre). Seguimos creyendo que la tierra es plana, que las vacunas producen autismo y que las pseudociencias funcionan. También creemos tener una verdadera democracia cuando, habiendo más de 30 000 muertos por armas legales y prácticamente ninguno protagonizado por refugiados, todavía Trump consigue hacer creer que el problema de la delincuencia es la inmigración.


Unboxing philosophy.

            Finalmente Daniel Rosende nos muestra lo que es “unboxing philosophy”; y lo hace tomando como ejemplo un corto de menos de diez minutos donde se resume el pensamiento de Hannah Arendt, y que, tras un breve repaso biográfico, queda como sigue:
            La vida contiene tres tipos de actividades:

            Labor, que sostiene la vida y responde a la necesidad.
            Trabajo, que nos da mundanidad frente a la naturaleza.
            Y acción, que nos abre a la pluralidad de la condición humana.

            Acción. No dejarse llevar por el rebaño. Enfrentarse a la banalidad del mal. Porque hay dos tipos de mal: el mal radical, que se hace sabiendo lo que vamos a hacer y no nos importa; y el mal banal, tal como lo vemos en Eichmann, que se presenta como un necio que obedece las órdenes sin cuestionarlas; que frente al respeto a la ley, que encontramos en Kant, Hannah Harendt contesta: siempre que la ley sea respetable.
            También se habló de los derechos de los animales, fundándolos en las emociones (Peter Singer) y no en la razón que a ellos les falta (tal y como hacía Kant, que se los negaba porque no eran capaces de pensar); frente a Kant, que sólo nos habla de lo que luego llamaríamos derechos humanos, Singer sostiene que cualquier ser que tenga la capacidad de sentir y sufrir merece consideración moral.
            Daniel Rosende termina con la última ficción: la que tú mismo has creado. ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿Quién aparento ser? ¿Hay coincidencia entre nuestro pensamiento y nuestra voluntad? El turno de palabra vuelve al público bajo la rúbrica “preguntas, críticas, amenazas”, y casi nadie toma la palabra: al revés que en la desconferencia. ¿Por qué, bruscamente, florece la palabra entre el público? ¿Qué es una desconferencia?



Desconferencia.

            Durante la última parte de la intervención de Rosende la sala era recorrida por gente que daba papelitos a todo el mundo. Contenían un garabato que había que escanear en el móvil y un enlace: en ambos casos se accedía a un lugar donde el público podía hacer preguntas. Cuando el coordinador, provisto de un ordenador, empezó a hablar, había más de 60; cuando el ponente empezó a contestar a la primera ya el micrófono se paseaba por la sala y el público se lo quitaba de las manos; al instante eran 200 las preguntas que había en la pantalla y el micrófono no paraba de caracolear; al final de la sesión conté no menos de 30 intervenciones del público (así, a ojo) y unas 400 preguntas en la pantalla. El ponente fue el que menos habló. El público tomaba la palabra a pesar de que más de dos horas sin pausa acusaban el cansancio; algunos tuvieron que salir a tomar el fresco o a atender necesidades, pero el grueso de la sala estaba allí, plantado en sus asientos; de 400 personas que había unos 300 no se habían movido de ellos. He aquí algunas de las cosas que se dijeron:
            ¿Se pueden criticar los supuestos del feminismo? Sí, pero no de su caricatura; se trata de hacerlo sin llevar la anécdota a categoría.
            No hay alumnos vagos; los alumnos están deseando hacer cosas, pero divertidas.
            Conviene ir dejando de usar el lenguaje inclusivo: en la teoría de la evolución (por citar un ejemplo) sólo aparecen hombres. La hipótesis de Sapir-Worf está volviendo a la palestra, el lenguaje sí que importa.
            Y una pregunta del instituto Andrés Laguna (después me enteré de que estaba en el móvil de Sofía Mchiri): sobre la cuestión de qué reflejamos ser en las redes, Sofía le dijo al ponente:
            ¿Qué recomiendas, que nos mostremos como somos en realidad o que hagamos como los “influencers”? Creo que en la mayoría de los casos cuando uno se muestra como es sólo consigue vulnerabilidad.
            Ésta fue la respuesta del ponente:
            Sí, nos volvemos vulnerables. Necesitamos posturear porque la auténtica realidad es demasiado frágil. ¿No hay otra solución en las redes? Unas veces porque presumimos y otras porque nos defendemos, ¿las redes están condenadas a no decir la verdad? Quizá Daniel Rosende, en su respuesta, no era consciente de que Sofía, con su pregunta, había puesto el dedo en la llaga, en el nudo gordiano del tema del encuentro.
            Otras preguntas de Sofía:
            ¿Cuántos de vosotros creéis que el movimiento feminista acabará pro completo con el machismo? DE ser así ¿cómo creéis que sería posible?
            Te puedes hacer muy fuerte, pero en algún momento ¿nada de lo que te digan después te afectará? Creo que las redes sociales son necesarias y a veces imprescindibles; entonces ¿cuál podría ser una solución a esa dependencia de redes sin deshacerse de ellas?
            Una joven entre el público planteó una respuesta maximalista: “yo”, dijo (cito de memoria), “he aprendido a controlar mejor mi tiempo desde que salí de las redes sociales; son excesivamente limitantes”. Citando a Black Mirror aparece el problema de desengancharse. Alguien entre el público concluye: “¿qué hay de real y de apariencia, de provocación y de rabia, ante lo que estamos diciendo?”, y el ponente apostilla: “si reflejas lo que piensa y dice la gente, entonces empiezo a preocuparme”.


            Una última pregunta: “¿filósofos vivos?” Zizek, dice el ponente. La filosofía no te va a hacer feliz, pero te puede ayudar a entender la mierda tan profunda en la que estás metido.



Despedida.

            Fin de la mañana. Nos reunimos en círculo para decidir lo que vamos a hacer y los profesores (Vicente y yo) comprendemos que la sesión ha sido densa e interesante, pero cansada: se acuerda tomarnos la tarde libre. No participaremos en el escape room, pero también Salamanca tiene sus atractivos: y su cultura. Nos vamos a comer. Hasta las seis, los chicos pueden perderse por la ciudad. Los profesores renunciamos a participar en la asamblea de la Asociación Olimpiada Filosófica de Castilla y León, prevista para las tres y media, y a pesar de que estábamos invitados a comer en el colegio Oviedo nos vamos todos en el autobús, que nos estaba esperando; no sin antes hacernos unas fotos de grupo a la puerta de la facultad. El comportamiento de los chicos ha sido magnífico, y nos faltaba Fuencisla. Salamanca nos deja, cuando el autobús enfila ya por la carretera de Segovia, una rabia nostálgica cargada con las tintas del retorno.
  



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